Los autores

Iwaki Tsukino, Kirby & Ayu


Todo comenzó la tarde en que todo se puso oscuro de repente.

Kirby encendió su lámpara y buscó en el bosque la causa del incidente. Mientras caminaba vio que de un punto llegaba una tenue luz, y fue hacia ella.

Pronto no fue necesaria la lámpara, la luz se hizo más y más fuerte, hasta el punto de ser casi insoportable. Cuando llegó al claro de donde salía la luz, vio a cinco mil kappa que merodeaban cerca de una fuente. Kirby estaba a punto de preguntarse que hacía ahí tal cantidad de kappa, pero cuando vio la causa del alboroto se olvidó de las criaturas.

Era la mismísima Amaterasu Omikami y, por increíble que parezca, parecía que lo buscaba a él. Sin decir nada, se acercó, le entregó el Yata no Kagami y desapareció. Un instante después era de día nuevamente y Kirby notó que todos los kappa parecían sumamente atraídos por el espejo, pensó en huir, pero ya estaba rodeado.

Preparado para lo peor, intentó protegerse con el espejo y en ese momento el sol provocó un reflejo en su superficie. Un destello luminoso salío justo al rostro de Kirby. Con los ojos lastimados, cayó sobre sus rodillas mientras la luz le quemaba los párpados a pesar de que tenía los ojos cerrados. Notó que no solo veía la luz, sino que la imagen contenía una sombra haciendo reverencia. En su confusión, parte por lo que acababa de ver, parte por alguna fuerza que se apoderó de sus movimientos, hizo una reverencia a la multitud de kappa. Ellos respondieron cortesmente la reverencia, tirando así el agua de su cabeza, su fuente de poder. Al percatarse, los kappa regresaron a la fuente a reabastecerse.

Aunque Kirby no sabía qué estaba sucediendo, notó que algo les pasaba a los kappa, pero no esperó a saber la razón, sino aprovechó la oportunidad y huyó inmediatamente.

Cientos de metros después y aún sin comprender bien lo que pasaba, Kirby miró el espejo y no pudo verse reflejado en él. En lugar de su rostro se encontró con el de Amaterasu. Ella no dijo nada, pero esta vez Kirby entendió lo que quería decirle.

Amaterasu le había dado un Yatakagami falso, sólo para que él encontrara el verdadero, el cuál le revelaría el por qué la diosa necesitaba su ayuda. El espejo falso era, pues, una pista. El problema era que esa pista no le decía mucho.

Pasó semanas intentando encontrar algo que le indicara lo que tenía que hacer ahora, pero Amaterasu ya no apareció y en el espejo sólo se podía ver su propio rostro, ahora lleno de desesperación.

Cuando estaba a punto de rendirse, vio a alguien más en el espejo. ¿Era Amaterasu?...
No, la chica que se reflejaba era humana, y sin embargo su belleza... Se ruborizó y miró detrás de sí para ver si era real.

Se llamaba Ayu y al presentarse dijo ser el arahitogami del río junto al que Kirby había vivido toda la vida, le dijo que había visto lo que pasó y que quería ayudarlo a encontrar el Yatakagami real.
Ayu estaba fascinada ante ese suceso: Amaterasu quería compartir uno de sus tesoros con un humano. ¡Y con ese humano! El mismo que ella siempre habia amado.

Kirby se preguntó hacia cuánto lo observaba, pero prefirió no preguntarle. Ayu no iba a decírselo de todas maneras, no podría soportar la vergüenza de que él supiera que lo había seguido desde que era un niño, esperando que alguna vez la necesitara.

Ayu extendió la mano y Kirby le cedió el Yatakagami. Sentía una confianza irracional hacia ella, así que no le importó entregárselo. Miró su rostro y pensó que no era posible que le hubiera parecido humana. Ella pareció ver algo y luego le regresó el espejo con una sonrisa:

-Creo que Amaterasu quiere darle el espejo de la sabiduría a alguien que se acerque lo suficiente a obtenerla. Sé de una forma en la que podríamos intentarlo.

Y esa fue la forma en que ambos iniciaron la búsqueda de la sabiduría, por medio de la literatura, para encontrar el verdadero Yata no Kagami.